Relaciones Sanas

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-¿Qué tal la comida del domingo en el restaurante, Pepa?
-Te cuento: las entradas más bien escasas… además, ninguna opción sin gluten para mí.
¿Los platos principales? Pues mira, la merluza no me pareció muy fresca. En cambio Mario se pidió cordero, y le encantó. Los chicos dicen que la pasta no era nada especial. Eso sí, ¡los postres de escándalo! según me dijeron, porque yo tampoco pude probarlos.
¿Volveréis?

Tenemos una mente muy potente que es capaz de sopesar pros y contras en nanosegundos. Hace cálculos complejos basados en tantas cosas, que las decisiones que cada un@ toma, bien podemos decir que son “personales e intransferibles”. No podemos obligar a nadie a que piense igual que nosotr@s, y si lo pretendemos pronto caeremos en la cuenta de que es una batalla perdida, empezando porque ni siquiera es algo natural. Cada ser humano se rige por sus propias creencias y cambiarlas o no, es una decisión privada.

Sin embargo, es interesante tomar conciencia de que determinadas formas de pensar pueden llegar a jugarnos una mala pasada. Piensa si no, cuando decimos algo así como “hay una parte de mí que quiere, pero otra parte de mí…”, o “es que por un lado le veo ventajas, pero por el otro….”

Hay veces en que la valoración de ciertas áreas de nuestra vida, sobre todo las más personales, -concretamente las concernientes a relaciones: familia, amigos, pareja- no consiste en sopesar lo bueno y lo menos bueno, como si se tratara de una reseña en internet de un restaurante: “tiene esto bueno pero esto de malo, esto pedirlo pero esto no lo pidáis”, porque precisamente en nuestras relaciones eso no funciona así.

Como seres humanos, estamos dotados de inteligencia. Sabemos con certeza lo que nos conviene y lo que no… cosa distinta es que estemos dispuestos a «escucharnos». De hecho, podemos prácticamente garantizar un día fantástico siempre que elijamos bien “con quien, dónde y cuándo” queremos salir.

Si se trata de una relación más íntima, debemos ser conscientes de que no podemos elegir solamente lo que nos gusta de nuestra relación. La relación es un todo, no una serie de opciones «a la carta». A veces elegimos nuestras amistades o relaciones de pareja, sopesando pros y contras, sin darnos cuenta de que simplemente el hecho de vernos obligados a elegir, es de por sí ya una señal de que algo no acaba de encajar en la relación. Y no es que haya personas mejores o peores, buenas o malas, en este sentido. Simplemente es cuestión de compatibilidad.

¿Volveréis?
-A ver… el restaurante no es malo, pero salí con la misma sensación extraña de siempre, y… «como siempre», deseando llegar a casa. Disimulé, como siempre para no estropear la velada. No sé por qué acabo siempre igual… pero es que a Mario le encanta ese sitio.

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