Resulta curioso que bajo unas mismas circunstancias de vida, nuestro estado de ánimo puede hacernos creer que la vida sea mucho peor de lo que resulta en realidad, por lo que nuestro estado de ánimo puede ser un gran aliado en nuestro día a día, potenciador, estimulante, trampolín para abordar planes, proyectos e ideas, o todo lo contrario: nuestro peor enemigo.
Estando de buen humor, «la vida se ve bella». Con un estado de ánimo positivo todo resulta fácil, incluso lo que en otro momento resultaba un problema, ahora parece bastante más fácil de solucionar.
Tenemos más perspectiva, sentido común y la comunicación resulta también más fácil, desde luego mucho más fácil con nosotros mismos y también con los demás -hasta puede que si nos hacen una crítica, la tomemos como algo positivo-. Por el contrario, con un estado de ánimo negativo, las cosas se vuelven muy serias y complicadas. Nos tomamos las cosas de forma personal, y todo se magnifica.
¿No resulta increíble que hace tan solo unas horas mi percepción de las cosas fuera completamente distinta? Ojo, dando por hecho que «la realidad» sigue siendo la misma, y que por alguna razón, lo que ha cambiado es solamente mi estado.
Y es que, nuestra percepción de las cosas es un indicador claro de nuestro estado, y viceversa.
Nuestro estado de ánimo influye en nuestros pensamientos y por tanto en nuestro comportamiento.
Más allá de entenderlo, si conseguimos tomar conciencia de ello, nos daremos cuenta de que «estar deprimido» por ejemplo, puede estar bastante lejos de significar «todo va mal», sino que es nuestro estado el único culpable, y a quien de verdad deberíamos rendir cuentas. Requiere un gran esfuerzo, por lo menos para mí, ya que en esos momentos parece que estamos viendo todo de forma «totalmente realista», y sin embargo lo que ocurre es que nos hemos quedado atascados en el «mal humor».
CAMBIAR DE ESTADO A VOLUNTAD
LO PRIMERO ES DARNOS CUENTA
Un primer paso, es simplemente tomar conciencia de que es el estado de ánimo y no las circunstancias, quien nos está jugando una mala pasada.
En primer lugar, podemos no darle tanta importancia, no tomarlo al menos tan en serio. Podemos más bien decirnos algo como, «debo estar cansad@, el mundo no puede haberse desmoronado en tan solo 2 horas» y esperar lo más pacientemente posible a que «se pase», como quien toma una aspirina sabiendo que dentro de poco hará su efecto, y nos sentiremos mucho mejor.
«Ser consciente de las cosas , de alguna manera, es como tomarse un calmante. Si bien el efecto puede no ser inmediato, lo cierto es que tomamos el control y a partir de ahí las cosas solo pueden ir a mejor»
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